El cerro Tecana, que lucha por sobrevivir en medio de las amenazas del fuego y la tala ilegal, cuenta con una aliada que está dedicada a sembrar árboles para reforestar el bosque y, principalmente, para sembrar un cambio duradero en la comunidad que sea ejemplo para El Salvador y más allá de sus fronteras.
Se llama Gabriela Gavarrete y tiene apenas 26 años. «Desde pequeña siempre quise estudiar la naturaleza. Estudié Biología, y durante mi carrera siempre sentí la necesidad de hacer proyectos para poder conservar la biodiversidad», cuenta a CNN.
Puso sus energías en el Tecana, un emblema cultural e histórico de Santa Ana, al que todos y cada uno de sus pobladores pueden reconocer por la cruz ubicada en su punto más alto. El Tecana tiene una doble importancia, explica: por un lado «es un lugar de recarga hídrica», al que llega el agua que sostiene la vida en la ciudad, y por otro lado, conectado a una cadena de cerros que rodean a Santa Ana, se trata de un hábitat y corredor de paso de muchas especies.
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