DANLÍ, El Paraíso. Su nombre no importa, solo tiene valor el sacrificio que esta mujer realiza todos los días en diferentes sitios de la ciudad pepenando botellas de plástico y cartones que luego lleva a la recicladora para recibir como paga una miseria para medio vivir.
Es la vida angustiosa de miles de pobres en todas las ciudades de Honduras, seres olvidados y marginados por el resto de la sociedad a pesar de la inmensa labor que realizan en beneficio del medioambiente.
Son ellos los que recogen las botellas plásticas que los inconscientes lanzan en las cunetas, quebradas u orilla de las carreteras.
Desde las 5:00 de la mañana cargan en viejos costales sucios lo que algunos otros ciudadanos más conscientes depositan en sus basureros ubicados en las aceras de sus viviendas.
Ese es el drama de la pobreza que incluso condena a sus hijos y hasta nietos que, debido a la falta de oportunidades, terminan trabajando en el mismo oficio.
Muchas madres solteras llevan a sus hijos desde temprana edad a trabajar, lo que ellas consideran, su patrimonio para vivir. La mayoría de los infantes se alimentan de los desperdicios que encuentran en los recipientes de basura.
En Danlí hay decenas de familias que se dedican a la recolección de productos reciclables, algunas madres trabajan con sus recién nacidos en brazos por la necesidad.
Otras tienen la suerte de tener una pareja que les ayuda con el cuidado de los bebés, pero siempre exponiéndose a los peligros de la calle, porque los padres también trabajan en el mismo oficio.
Los pepenadores son personas que con su trabajo viven con lo mínimo, algunos de ellos con tres y hasta cinco hijos de pan en mano.
Familias sin techo, educación y abrigo luchan por sobrevivir.
La mujer que carga con el gran bulto, solo atina decir, esta es la vida de los pobres, es la cruz del día a día. El plástico para ellos es dinero y les ayuda a subsistir. “No importa la carga, es nuestro día a día, dijo.
