Pero mientras Nueva York batalla para dar alojamiento a un creciente número de migrantes que han llegado al estado desde la frontera sur de Estados Unidos, simplemente no hay espacio suficiente en el enorme complejo de la Isla Randall, que actualmente es el albergue más grande de la ciudad para solicitantes de asilo.
Así que afuera de las puertas del complejo, un puñado de personas han colocado sus propias tiendas de campaña en medio de las bajas temperaturas invernales. Muchas ya agotaron el tiempo en el que se les permite estar en el sistema oficial de albergues de la ciudad y no han podido conseguir otro espacio en el programa ni encontrar un lugar propio.
“Yo tengo muchos enemigos y a ninguno de ellos yo les recomiendo nada de eso”, dijo Eliana Trillo, venezolana que durmió en el campamento no autorizado la semana pasada durante algunas de las noches más frías del año. “El frío se te mete por cualquier parte”.