Pero no fue la única causa para que éste se convirtiera casi en un «pueblo fantasma». En 2020, medios locales reportaron que las fuertes olas en esta zona, gravemente impactada por la erosión marina, se llevó unas 35 viviendas que estaban a orillas del mar.
Por una u otra razón, Correa -como muchos de sus familiares, amigos y vecinos- tuvieron que dejar sus casas e instalarse en sitios como Barranquilla, Santa Marta y Cartagena.
Esta colombiana dice que regresó a Bahía Rada porque disminuyó la violencia y pensó que era hora de regresar al hogar.
Así que como muchos en su comunidad, se dispuso a reconstruir su casa y el pueblo. Para ello solicitaron el apoyo de la Alcaldía de Moñitos y otras entidades. Al inicio su único sustento era la pesca y las producción agrícola de gallinas y marranos.
Muchos de los que retornaron se unieron a asociaciones que les han permitido capacitarse y sacar adelante sus proyectos productivos para recuperar sus vidas y el pueblo que los vió crecer.
Correa se reconoce como parte de una población desplazada que busca ahora recuperar el tiempo perdido.
“Por la violencia el 70 % de la población se desplazó (…) pero gracias a Dios pudimos retornar y nos encontramos el pueblo destruido por la erosión marina que poco a poco fuimos recuperando para el turismo del que viven nuestras empresas”, dijo Correa a la Voz de América.
Desde que retornaron a sus casas, cuentan los vecinos, se convencieron de que con la participación y el empoderamiento como comunidad podían sacar adelante sus hogares a partir de programas que les han permitido autoemplearse.
Así fue que nacieron la Asociación de Agropecuarios (Azarad), la Asociación de Pescadores de Bahía La Rada (Asopezagro), y la Asociación Avícola (Asovicrada), a través de las cuales comercializan sus productos a hoteles, restaurantes y comercios en todo el departamento de Córdoba.
Osiris Guerrero, representante legal de Azarad, cuenta que desde su retorno empezaron de a poco con la creación de la asociación de pescadores, con la que empezaron un proyecto del que sabían mucho, pero les faltaban conocimientos sobre cómo sacar al mercado. Luego fueron llegando programas como el proyecto “Transformación territorial, resiliencia y sostenibilidad”, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), con el que lograron capacitarse en alianza con la Agencia Sueca de Cooperación para el Desarrollo Internacional.
“Era un pueblo fantasma, la escuela no funcionaba pero luego apareció FAO y con su ayuda empezamos a transformarnos y organizarnos y a buscar qué necesidades tenía nuestro pueblo y a buscar estrategias para sacarlo adelante, y hoy en día todo el proceso ha funcionado”, afirmó Guerrero a la VOA.