HONDURAS

En Honduras, «el periodismo investigativo es un mal negocio»

Deutsche WelleAcaba de ganar el premio Gabo por su labor como directora editorial del medio digital Contracorriente. ¿Qué significa haber recibido este galardón para su trabajo en Honduras?

Jennifer Ávila: Creo que el premio nos ayudó bastante para posicionarnos, sobre todo en la comunidad de periodistas jóvenes y estudiantes. Nos convirtió en un modelo a seguir para quienes quieren hacer un periodismo diferente en Honduras.

¿En qué se diferencia Contracorriente de otros medios más tradicionales del país?

La forma en la que conectamos con la audiencia es dándole más contexto. Detrás de cada noticia, hay mucho más.

Por ejemplo, cuando asesinan a una mujer afuera de una panadería, tenemos que preguntarnos: ¿cuál es el contexto de la violencia machista en Honduras, y cómo son tratados los femicidios en el país?

Tenemos que ir más profundo a las raíces del tema estructural que genera esta noticia.

En su discurso tras haber recibido el premio, decía que para Ud., «el periodismo ha sido una terapia contra el olvido». ¿A qué se refiere?

En Honduras, hemos tenido muy pocos ejercicios de memoria histórica, de conocer de dónde venimos y de dónde vienen nuestras identidades políticas y como ciudadanía. El periodismo que hacemos está tratando de reconstruir eso y de compartir la historia del país.

El medio se fundó en 2017, un año de plena crisis política en Honduras, con la reelección ilegal del presidente Juan Orlando Hernández, pero también una buena oportunidad para practicar un periodismo de profundidad.

Lo primero que hicimos fue explicar la reelección del presidente más allá de todas las ilegalidades que estaban sucediendo en ese momento. Nos preguntamos: ¿Cómo funciona la maquinaria política que permite que este hombre se reelija?

Nos fuimos a reportear a dónde están los caudillos políticos de Honduras para entender que existe una maquinaria clientelista política tradicional, que es la que hace funcionar todo lo que Juan Orlando Hernández construyó con su autocracia.

Encontramos redes de corrupción, clientelismo político y también vínculos con el crímen organizado y control territorial.

Eso nos dio la pauta de entrada para entender que los problemas de Honduras son más allá del específico caso de Juan Orlando Hernández, y tienen que ver con una forma de hacer política en el país, que anula a la ciudadanía y la convierte en esclavos de un sistema muy violento.

Ataques permanentes

¿Cómo puede sobrevivir económicamente un medio como Contracorriente?

La única oportunidad que teníamos eran los fondos internacionales, por ejemplo, fundaciones que apoyan al periodismo independiente. Aparte, tenemos una agencia de comunicación que brinda servicios.

Aun así, la mayor parte de los fondos provienen de fundaciones. Todos estos años hemos analizado cuál es el mejor modelo de negocios que podemos seguir, y sinceramente, hay que constatar que el periodismo de calidad e investigativo es un mal negocio.

Por su trabajo de exponer las prácticas de políticos corruptos, el equipo de Contracorriente ha sido el objetivo de permanentes ataques. ¿Cómo se dan estos ataques?

Nunca hemos recibido una amenaza de muerte, la mayor parte de amenazas son amenazas legales. Siempre hemos creído mucho en la prevención y en cómo el periodismo puede protegerse a sí mismo.

Si alguien me dice que me va a demandar, ya tengo un abogado que sabe cómo me va a defender antes de que me amenazara.

Con respecto a los medios tradicionales en Honduras, Ud. decía en otra oportunidad que los políticos gozan de un «blindaje mediático». ¿A qué se refiere?

En Honduras, el modelo de negocios de los medios de comunicación es la corrupción. Es muy común que la pauta gubernamental es un chantaje, porque lo que hacen es pagarles para que desvíen el discurso en favor de los políticos.

Es la manera en la que cooptan los medios de comunicación. Estamos en una gran desventaja, porque otros medios tienen los fondos de este soborno que hacen que sus alcances sean más grandes.

Cuando en 2022 Xiomara Castro llegó al poder como primera presidenta mujer, y además de un partido de izquierda, hubo mucha esperanza que la situación tan precaria en el país podría empezar a cambiar. ¿Se han hecho realidad estas esperanzas?

Fue muy rápido que se cayó la esperanza en el Gobierno. Creo que el entusiasmo que hubo con las elecciones fue porque estábamos todos muy aliviados de haber salido de una autocracia como la de Juan Orlando Hernández. Entonces, no había una excesiva esperanza en Xiomara Castro, sino que en el cambio de una autocracia a algo diferente. Pero esta esperanza se cayó muy rápido por señales de autoritarismo del nuevo gobierno y un manejo muy agresivo de la comunicación, de que «si no estás conmigo, eres mi enemigo».

Desmovilización de la gente

Una de las promesas electorales de Xiomara Castro fue la instalación de una comisión anti-corrupción en el país. Aunque la llamada Comisión Internacional contra la Impunidad en Honduras (CICIH) no se ha instalado todavía, la gente no protesta en las calles. ¿Por qué?

Hay una desmovilización de la gente, y eso ha sido una estrategia del actual Gobierno. Hace poco, una organización de la sociedad civil convocó a una marcha para exigir que se acelere el proceso de la CICIH.

El día que anunciaron la marcha, el Gobierno llamó a sus bases del partido Libre para tomarse las calles para decir que están apoyando a la CICIH. Entonces, la organización de la sociedad civil se retrocedió. Nadie sale a las calles porque el partido Libre está diciendo: «Somos el Gobierno, y somos el pueblo».

Un acto de intimidación sutil

No ha habido un acto de represión violenta en las calles, pero sí hay una represión narrativa muy fuerte, y eso es muy preocupante. En el marco del tema de la CICIH es fundamental.

Si la gente dice: «No puedo salir a la calle, porque el Gobierno me tira a todos sus militantes», no podemos saber incluso qué tanto apoyo tiene la CICIH. Para combatir la violencia, el Gobierno hondureño suspendió garantías constitucionales y decretó el Estado de excepción, así copiando al presidente salvadoreno Nayib Bukele.

¿Qué puede aportar el periodismo en la región ante una situación en la que a la gente muchas veces le gustan más medidas populistas que garantías fundamentales como los derechos humanos?

Nuestro impacto no va a ser ahora, sino a mediano y largo plazo. Hay que tener paciencia. Estamos pasando momentos muy duros, pero también hemos generado resiliencia y tenemos que ayudar a que nuestra  audiencia genere esta resiliencia también y esto va a ser con el pasar de los años.

Creo que ahora, la gente ya habla más, denuncia más, señala más y se siente más dueña de los medios digitales. Eso es algo que no veíamos hace diez años.(ms)

 

Carlos García

Editor

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