En una remota región del este de Grecia, junto a las aguas del río Evros, una valla de gruesos barrotes metálicos y cinco metros de altura, que el gobierno quiere ampliar, marca la frontera con Turquía e intenta impedir que los migrantes entren en territorio de la Unión Europea.
Una bandera griega ondea al viento, junto a la de 12 estrellas amarillas sobre fondo azul de la bandera europea. Este muro metálico, erigido en 2020, está vigilado por soldados equipados con cámaras, radares de alta tecnología y drones.
En una visita reciente, durante su campaña previa a las elecciones generales del 21 de mayo, el primer ministro conservador Kyriakos Mitsotakis reafirmó su intención de ampliar la valla, que ya tiene 37,5 km de longitud, con otros 35 km antes de final de año y en 100 km más en 2026.
Para Mitsotakis, que se presenta en esta circunscripción fronteriza de Evros, la valla sirve para evitar que se repita la «invasión», el «ataque», según sus palabras, de febrero-marzo de 2020, cuando el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, abrió las fronteras animando a sirios, afganos e iraquíes a probar suerte en la UE.
En los pueblos agrícolas de la región de Evros, la extensión de la valla metálica parece satisfacer a casi todo el mundo.
«Vivo aquí desde hace 45 años y veo que los flujos se han detenido desde que se construyó la valla», afirma Athanasios Pemousis, presidente del pueblo de Poros. «Antes los migrantes pasaban, sobre todo en los meses de verano, había demasiada gente», dice, aunque admite que no suponían «ningún problema en particular».
El año pasado, Grecia impidió la entrada en su territorio de 265.000 migrantes, según el ministro de Protección Civil, Takis Theodorikakos.
– «Por una buena causa» –