TOKIO, Japón. El funcionario recibe a los participantes del SICA-Cuba, en un amplio auditorio.
Es un viejo conocido en la región, especialmente para los hondureños y Honduras para él. Se inició como diplomático, precisamente, en la embajada de Japón en Honduras durante la reconstrucción del país de los estragos del huracán Mitch, en 1998.
Tiene bien presente su estancia que hasta se acuerda del nombre de algunos periodistas y les manda saludos. Después, fue asignado en España y Argentina. El año pasado, estuvo en Tegucigalpa entre la comitiva de su país firmando acuerdos de cooperación con la Presidenta, Xiomara Castro. Se llama Sato Shinichi y ahora es el director para México, Centroamérica y el Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Los participantes llegan caminando un par de cuadras a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores. Es un edificio majestuoso señalizado por todos los costados hasta con rutas para las personas con discapacidad visual.
Es una mañana gris y un frío tremendo azota a la capital “nipona”. En el recorrido del hotel al edificio gubernamental pasaron frente al imponente palacio imperial, donde miles de turistas lo visitan a temprana hora. Al salir del conversatorio, los participantes pondrán a prueba su paladar internacional con un platillo típico, cuyo desafío es bañar los trozos de carne en una cruda yema de huevo.
Después, visitarán la sede de la Dieta, como se le conoce al Parlamento japonés, donde una silla señorial está reservada para el emperador, quien llega el primer día de instalación de la legislatura. También hay dos estatuas de bronce de los padres fundadores y un espacio vacío esperando que aparezca un tercer político como ellos, algo que no ha sucedido en los últimos 100 años. Por último, se entrevistarán con el ministro de Relaciones Exteriores, Yoshifumi Tsuge, quien les dio la bienvenida.
En su plática con los participantes, Sato describió perfectamente al Japón imaginario por los latinos: Lejano, caro, innovador. Todo, dice, menos caro En los cientos de restaurantes de Tokio, una comida a base de espaguetis, sopa, vegetales, pescado, carne o pollo cuesta diez dólares en promedio.
Al mismo tiempo, expone la perspectiva que ellos tienen de la región: 20.4 millones de kilómetros cuadrados, 660 millones de personas en 34 países y un PIB de 6.2 millones de dólares. Comparándola con su país, está en desventaja, ya que Japón produce 4.2 billones de dólares con menos territorio (377 mil kilómetros cuadrados) y menos gente (125 millones de personas).
Por eso, explica, la cooperación japonesa en Centroamérica y el Caribe no se detendrá aun cuando los presupuestos se están reduciendo como resultado de las contracciones de la economía global.
Actualmente, Japón no pasa por buen momento económico, según datos internacionales, porque muchas empresas están migrando a China y a otros países vecinos, buscando una mano de obra más barata.
Con todo, Sato recalca que la cooperación se mantendrá por encima de circunstancias económicas y políticas. Se trata, agrega, de lazos de amistad ininterrumpidos desde hace 400 años, en el caso de Cuba y más de 100 en promedio del resto de los países del SICA. Ni siquiera las inestabilidades políticas ni los gobiernos autoritarios han podido romperlas. Precisamente, con Honduras iniciaron en 1936, en plena dictadura del general Tiburcio Carías Andino. “No nos involucramos en asuntos políticos, nos inspira la felicidad y la prosperidad de todos”, dice. “Puede ser que bajen los montos de la cooperación, pero nunca la voluntad”, subraya.
El funcionario adelanta que están pensando ampliar la cooperación a otras áreas fuera de las tradicionales, hasta ahora: salud, educación, prevención de desastres naturales, cambio climático, ayuda humanitaria y desarrollo científico.
Igualmente, expone los buenos resultados de las relaciones que tiene en el resto de América Latina tanto en las comunidades “nikkei” (migrantes japoneses), como en los diferentes acuerdos comerciales con los países de la cuenca del Pacífico.
Todo lo anterior, destaca, basado en principios y valores de libertad, democracia, derechos humanos y Estado de Derecho.
Sato despide su presentación con una anécdota. Un día, dice, pidió un café en Madrid. La chica que se lo llevó, se le acercó y le dijo: “Yo le voy a pagar el café porque cuando yo tenía cinco años recuerdo que ustedes nos llevaron ayuda a mi comunidad”. Impresionado, Sato le preguntó de dónde era. “Soy hondureña”, le respondió. “Casi lloro”, confesó el diplomático.
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