Además del daño a la salud mental de los usuarios y las pérdidas millonarias al comercio en general, por casi dos años, el caótico tráfico vial a la salida de Danlí ha pasado nuevas dimensiones en las últimas semanas: asaltos a mano armada y policías acosadores, que lejos de proteger y servir, como dice el lema institucional, más bien le complican la vida a los afectados con infracciones inventadas y chantajes.
El malestar generalizado en este corredor del oriente de la capital se centra en la Secretaría de Infraestructura y Transporte (SIT) y una empresa constructora desconocida, por la tardanza en pavimentar menos de diez kilómetros que comprende el tramo hasta el desvío de Tatumbla.
Ni la carretera del sur, con más de 140 kilómetros entre Tegucigalpa y Choluteca o los 100 kilómetros del Canal Seco entre Goascorán y Comayagua, construidos en los gobiernos anteriores, tardaron tanto tiempo como este tramo insignificante, compararon los afectados en sus relatos a este rotativo. Incluso, el trayecto entre Talanga y Cantarranas, mucho más largo, presenta más avance a pesar que fue iniciado recientemente por la administración de turno.
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