El día en que 222 opositores nicaragüenses fueron excarcelados y exiliados, sin saber que eran enviados a Washington, el presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, se encontraba en la capital estadounidense en visita oficial para reunirse con su homólogo Joe Biden.
Desde ese día, el gobierno de Lula ha mantenido un estruendoso silencio sobre eso y las posteriores medidas represivas de Daniel Ortega contra los opositores.
Tras evitar sumarse a los 55 países que se adhirieron a un informe que denuncia crímenes de lesa humanidad, Brasil ha roto este martes su silencio y ante la ONU para proponer abrir “un diálogo con el Gobierno de Nicaragua”, según ha dicho el embajador en la sede de este organismo en Ginebra (Suiza).
El foro elegido por Brasil para detallar su posición sobre el país centroamericano ha sido el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en Ginebra.
El embajador Tovar Nunes ha aprovechado un encuentro dedicado a Nicaragua para leer el breve comunicado. En él, el diplomático brasileño ha pedido “un acercamiento constructivo” que pasaría por abrir un diálogo con Ortega “y todos los protagonistas relevantes”.
Brasil también expresa su preocupación por “reportes de graves violaciones a los derechos humanos y restricciones al espacio democrático, específicamente, ejecuciones sumarias, detenciones arbitrarias y tortura”.