En París, la capital francesa, continúan las protestas de los recolectores de basuras que iniciaron a mediados de la semana pasada y han causado perturbaciones en la ciudad. Las basuras siguen transformando las calles en pasillos estrechos y mal olientes.
Las montañas de basura obligan a los comerciantes a organizarse para reducir las molestias.
“Nunca he visto esto”, dice una canadiense asombrada. En París, la ciudad más visitada del mundo, los turistas deben esquivar la basura amontonada en sus lugares icónicos por una huelga de los recolectores contra una impopular reforma de las pensiones.
Aunque el paro sólo afecta a la mitad de sus veinte distritos, se ha convertido en un auténtico problema en las zonas afectadas que se manifiesta, por ejemplo, en la proliferación de ratas.
La huelga de basureros afecta también a varias ciudades grandes (Nantes, Rennes y Niza) y medianas (Montpellier, Le Havre, Saint-Brieuc y Vallauris), pero es en París donde ha tomado más protagonismo debido a sus evidentes ramificaciones políticas.
La alcaldesa de la capital, la socialista Anne Hidalgo, fue el blanco repetido de las críticas de miembros del Gobierno.
A ella le reprochan estar favoreciendo que la situación se pudra al no recurrir a empresas privadas para retirar las basuras ante el paro de los trabajadores municipales, responsables de la tarea en diez de los veinte distritos de la ciudad.
“La situación es deplorable”, reconoció esta tarde el primer teniente de alcalde de París, Emmanuel Grégoire.