La situación se deteriora aun más en Haití y la violencia se recrudece estos días a causa de la reanudación de la guerra entre bandas armadas que luchan por controlar el territorio de un país sumido en el caos y donde los asesinatos, los secuestros y las violaciones se han convertido en algo habitual.
El terror que siembran estos grupos armados ha provocado el cierre de escuelas y la huida de cientos de personas que viven en barrios plagados de enfrentamientos, ante la impotencia de las autoridades y de la Policía.
Unos 1,500 desplazados han instalado un nuevo campamento de refugiados en Post Marchands, a pocos kilómetros del Palacio Nacional en Puerto Príncipe, no lejos de los distritos en guerra, y allí viven en condiciones infrahumanas.
Mientras, las miles de personas que han decidido permanecer en sus hogares en esos barrios carecen de suministros básicos como agua, servicios sanitarios o seguridad.
Además, no pasa un día últimamente sin secuestros, una situación que afecta a todos los sectores, desde médicos y funcionarios a estudiantes, padres de familias y trabajadores de empresas privadas.
«Incluso las bandas que no se dedicaban al secuestro han empezado a cometerlos. Lo hacen para ganar dinero y poder seguir viviendo en la opulencia», para continuar existiendo, añade Gédéon Jean, responsable de CARDH, la ONG que documenta los casos de secuestro en Haití.