Ni dominicanos ni haitianos: la lucha de los apátridas por una identidad

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Cuando tenga cédula de identidad, Andrés espera dejar el duro trabajo en los campos de caña y buscar una vida mejor. El documento puede tardar: nació en República Dominicana, pero su nacionalidad, como le ocurrió a miles, le fue arrebatada hace una década.

Su madre es haitiana. Su padre, dominicano, no lo reconoció.

«Los hombres dominicanos son muy cuerneros», dice entre risas este joven de 22 años durante la faena en los cañaverales de El Seibo, a 120 km de Santo Domingo, mientras sus compañeros gritan para mover los bueyes que arrastran una carreta repleta de caña.

Esperan recolectar unas cuatro toneladas, por las que recibirán unos 16 dólares para dividir entre los ocho que componen la cuadrilla.

«Yo nací aquí… mi nacionalidad es dominicana», insiste Andrés, que tiene acta de nacimiento, pero no cédula, fundamental para cualquier trámite.

«Me están haciendo la diligencia» para obtenerla, cuenta. Pero hay un problema: las autoridades «quieren que yo tenga la cédula que diga extranjero» y «así no se vale», afirma.

Andrés es uno de los más de 250.000 dominicanos de padres extranjeros, la mayoría de Haití, que perdieron su nacionalidad por un fallo de 2013, aplicado retroactivamente a los nacidos entre 1929 y 2010.

Nacer en este país de 10,5 millones de habitantes no garantiza obtener la nacionalidad, pero así era en el pasado, antes de una reforma constitucional en 2010.

Desde la sentencia miles fueron expulsados y otros subsisten como pueden en los ‘bateyes’, precarias comunidades de casas de madera con techos de latón y letrinas externas, donde viven los trabajadores de la caña.

Allí son menos frecuentes las redadas migratorias, a las que están más expuestos cuando se mudan a poblaciones urbanas para trabajar, estudiar o ir al médico.

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