Con 16 años fue regente, con 18 mandó la caballería en una batalla decisiva, con 20 se sentó en el trono y, en la aventura de la conquista del mayor imperio conocido entonces, Alejandro Magno “no estuvo perdido en ningún momento”, según el Catedrático de Historia Antigua Francisco Javier Gómez Espelosín, autor de “Las geografías de Alejandro”.
Hasta los emperadores romanos quieren imitarlo al vestir ropas como las suyas, Calígula llegó a presumir de poseer su verdadera coraza y Trajano lamentó en su vejez no haber llevado su imperio tan al oriente como lo hizo él, lo que convirtió a Alejandro en un mito, como dice este estudio de medio millar de páginas de las Universidades de Sevilla y de Alcalá de Henares.
Gómez Espelosín ha dicho que aunque los mapas no se crean hasta un siglo después, en el siglo III antes de Cristo, Alejandro Magno fue “un perfecto conocedor del sistema viario persa, de la organización de sus centros de poder y de las satrapías de ese imperio que conquista por completo”, hasta los límites de la actual India.
Anécdotas de Alejandro Magno
Aunque sus conquistas ampliaron los límites del orbe conocido entonces y muestra que Asia era mucho mayor de lo imaginado -en su época se creía que Europa era mayor que Asia-, “controló en todo momento dónde se encuentra, como demuestra su desvío hasta el actual Afganistán, cuando no perdió la ruta y supo que tenía que volver hacia el norte”, explica Gómez Espelosín.