Lucas Galo, de motorista en la ruta urbana a buena producción agrícola

La angustia por la cuarentena y la falta de ingresos, durante la pandemia de la COVID-19, lo llevaron a dejar el transporte urbano y con el apoyo financiero oportuno de una financiera y el aval de Confianza SA-FGR pudo emprender cultivos agrícolas y crear empleos.

En tiempos difíciles, las semillas del emprendimiento pueden florecer. Es el caso del productor agropecuario, Lucas Orlando Galo Alvarenga, quien era operario de autobuses antes de ver prosperar sus cultivos de hortalizas en la aldea Linderos, Maraita, Francisco Morazán.

A SUS RAÍCES

Galo Alvarenga regresó a sus raíces porque de muy jovencito le ayudó a su abuelo en cultivos de café, maíz, frijoles y el ganado y por giros de la vida se trasladó a la capital, donde anduvo ocho años laborando en el transporte urbano de pasajeros.

Ahora con el apoyo de su familia, especialmente unos primos, suplen productos hortícolas a un supermercado, además de tener otra clientela, gracias al emprendimiento que pudo desarrollar con el aval de la Sociedad Administradora de Fondos de Garantías Recíprocas Confianza SA-FGR.

EL FINANCIAMIENTO

“Mi fuerte ha sido trabajar la tierra”, destaca, para contar que pudo comenzar de cero cuando un buen amigo le explicó de una financiera y el asesor le habló de la garantía para acceder a un crédito.

“La pandemia me regresó, como nos dijeron que nos iban a tener siete días encerrados, después 15 días, luego un mes, ya cuando llevaba tres meses estaba desesperado y en vez de estar de balde (sin empleo) empecé a sembrar hortalizas y me gustó”, cuenta.

Galo Alvarenga explica que “comencé de cero, hasta los machetes tuve que ir a sacar fiados en la ferretería, en tiempos de pandemia los ahorros se habían terminado, nos hicimos de un motor, de bombas para fumigar, con un primo conseguimos dinero para construir una laguna”.

EL AVAL

Agradece a Dios y sus primos y el amigo porque ocupaba apoyo económico para pagar empleados y comprar un camión, entre otros insumos y logística y un asesor de la financiera le explicó del aval de Confianza SA-FGR.

“Yo le dije: echemos para delante y aquí estamos, montados en el macho y tenemos que jinetearlo”, se alegra. “Con tal aplique al crédito, en Confianza rápido le van a resolver, ellos son personas muy accesibles y sin mucha cosa con tal la persona esté apta para aplicar al crédito, rápido le resuelven”, asevera.

Entre sus logros figura el camión que le ayuda a acarrear el abono y otros materiales, así como entregar productos al supermercado.

Logró construir una laguna de cinco metros de profundidad y se abastece de un pozo familiar y con un motor eléctrico bombea el agua que le permite producir en verano.

CON LOS PRIMOS

“Con esto de las hortalizas iniciamos con unos primos, ellos tienen un precio estándar de venta en un supermercado porque para tener un precio estándar nosotros aseguramos el precio de la cosecha”, detalla.

En invierno dispone de más agua y la aprovecha para diversificarse de tal manera que también cultiva tomates, maíz, frijoles, cebolla y va conociendo otros productos y mercados.

“El cultivo de tomate es benevolente, ya que en 70 días sale la producción”, destaca, al tiempo de relacionar que mediante su producción ha logrado crear empleos y contribuir a dinamizar en parte la economía de su zona.

Propietario de una parcela pequeña, pero altamente productiva, Galo Alvarenga emplea cuatro trabajadores permanentes y hay temporadas en las cuales requiere entre diez y 15 jornaleros más.

“Llena de gozo cuando uno está en cosecha, es cierto que es difícil llegar a cosecha, pero no es imposible, con la ayuda de Dios, es mucho más fácil”, afirma muy contento, ya que también genera empleos indirectos.

Se trata de los empacadores de los tomates y los ayudantes para cargar el camión y entregar en el supermercado el producto “bien arregladito en presentaciones de tres libras y se llama Inversiones Galo”.

GRATITUD

Con visible entusiasmo, como la alegría de estar en el camino correcto que irradia su rostro de hombre del campo, compara que las plantas “hay que cuidarlas como un niño chiquito, pero es bonito y también es rentable por haber vuelto a mis raíces a trabajar la tierra”.

A más de cuatro años de la terrible explosión de la COVID-19 en el mundo, renueva su gratitud por todo lo que ha conseguido alcanzar, pasando de ser un motorista en la ruta urbana a un emprendedor agrícola.

Galo Alvarenga demuestra que cuando se quiere se puede, sobre todo trabajando de corazón y con el apoyo de instituciones como Confianza SA-FGR, que avala los créditos para los microempresarios.

Carlos García

Editor

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