Para muchos observadores, la postura de Sudáfrica ante la guerra de Rusia en Ucrania es desconcertante.
Aunque el país se declara «no alineado», los diplomáticos y expertos políticos occidentales señalan una serie de acciones que, según ellos, demuestran lo contrario.
La lista es larga: la abstención de Sudáfrica en las votaciones de condena a Rusia en Naciones Unidas; la organización de juegos de guerra con la Armada rusa; la crítica reiterada y pública a Estados Unidos e, incluso, la supuesta carga de armas y municiones en un carguero ruso sancionado.
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Esta semana, mientras muchos líderes africanos se mantienen alejados, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, asistirá a una cumbre Rusia-África en San Petersburgo junto con ministros clave.
El Congreso Nacional Africano (ANC), en el poder en Sudáfrica, tiene lazos históricos con la antigua Unión Soviética, pero ese legado ideológico no suele llegar muy lejos.